el día,
el día de la cita.
Confieso que por mañana,
me desperté ansiosa.
Necesitaba, con urgencia
un lindo par de zapatos
para completar mi atuendo...
A la hora señalada,
él tocó el timbre
de mi casa...
y mis piernas temblaron.
Me había puesto
"ese" vestido negro,
y había llegado a la conclusión,
después de horas de dudarlo,
que mi cabello debía estar recogido:
para la ópera,
y para el tango posterior.
Pero sabía (sí, lo sabía)
que al regresar
seguramente a la madrugada,
el pelo iba a estar suelto.
La velada fue mágica.
Ópera de Verdi,
piza con tinto...
y después
puro Piazzola,
que nos llevó,
por Callao
hasta su casa.
Anoche
el sueño no llegó
pronto.
Y
agotada, hoy,
sólo puedo decir:
"Bravo!"